Un teatrillo tradicional de mesa, es una forma de montar un escenario para contar historias narradas, se coloca una mesa con elementos que se encuentren principalmente de naturaleza, como palos, piedras, cortezas de árboles, telas, personajes que los niños y los maestros hacen y cuando todo está montado, el narrador se prepara espiritualmente para contarles una historia a los niños, que exista una conexión directa por medio de la palabra y la materia. Generalmente son historias dirigidas a las estaciones del año, la naturaleza. Esta idea es parte de la pedagogía Waldorf, es una pedagogía alternativa.
Mi proyecto es una fusión entre la idea principal de la pedagogía Waldorf, sobre el teatrillo de mesa y mi profesión que es ser maestra del idioma español como segundo idioma para niños. Para la adquisición de un idioma extranjero o en el caso de los niños latinos que viven en los Estados Unidos, preservar el idioma español.
Mi abuelo era un gran narrador, desde que tengo memoria, a mí me fascinaba escuchar a mi abuelo contarme una y otra vez la misma historia, aunque ya me la hubiera repetido miles de veces, me encantaba cómo la narraba y eso hacía una conexión muy especial entre él y yo. Mi figura paterna fue mi abuelo y la parte que nos conectó fue la narración oral y todas sus historias inventadas y repetitivas.
Este proyecto me ha permitido por una parte recordar y conectar con esa infancia, la parte más bella de mi infancia. La añoranza de volver a ser esa niña feliz y consentida, a la que le contaban historias cada vez que quería. Volver a ver en cada historia la imagen paterna al contarme una historia y tomar ese tiempo dedicado únicamente a mi y al que lo estuviera escuchando.
Cada vez que entro al salón de clases con una de mis historias, reconozco esa inocencia, esa emoción de la imaginación. Mis pequeños estudiantes confían en mí, aceptan mis historias con amor, las valoran al ver que yo las elaboró, se sorprenden de saber que dediqué tiempo para ellos, quieren tocarlas y sentir las telas y los hilos, les produce curiosidad y lo más importante su ser hace que ellos tengan la voluntad de aceptarla y valorar el momento espiritual de la historia.
Muchos niños en la actualidad valoran fervientemente la hora de la historia, los niños están sedientos de escuchar a los adultos contarles historias, centrarse únicamente en la palabra y la conexión directa con ellos. Mis teatrillos y mis historias sanan esa parte del alma de los niños y de los adultos.
Cuando salgo de un salón de clases y los niños me dicen “cuéntamelo otra vez” es cuando me doy cuenta de que mi trabajo y mi proyecto van por el camino correcto.
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