Texto por cófrade de primer semestre de BAAD: Ilse Santiago
Mi primera intención como entrega para este módulo era una descripción de los pasos a seguir para cada uno de los puntos victorianos vistos en el semestre.
Y así lo comencé, sin embargo, al llegar casi a la descripción de mi punto número diez me detuve, no sé de dónde vino o qué evocó ese recuerdo.
Una pregunta de la profesora Gimena Romero hecha en una de nuestras primeras clases, allá por septiembre del 2022.
"¿Cómo es un grito en un lenguaje que no tiene palabras?"
La primera vez que escuché la pregunta, me sobrepasó. No logré hilar un pedacito de idea entre todos los pensamientos sueltos que me llegaron.
Ahora, si bien no he de dar una respuesta definitiva a esta pregunta. Estoy muy segura de que este grito no está en una descripción técnica paso a paso, punto por punto.
En el módulo de bordado victoriano por supuesto que nos fue enseñado el procedimiento, pero con lo que más me quedo es la importancia de comprender cómo y por qué se comporta de la manera en que lo hace cada punto. Y no puedo evitar pensar que en esos “cómo y por qué” se encuentra el grito de una mujer bordadora.
A quienes probablemente se les hizo creer que la escritura y el lenguaje no estaban al alcancé de sus manos, pero que forma más bella hallaron para su propio lenguaje.
Un punto de bordado que en los ojos de otra bordadora es lenguaje puro, y lo observa y lo entiende y lo borda.
Así como de pequeña aprendía el abecedario y comenzaba a leer las primeras palabras observando e interpretando las letras que la conformaban, ahora cuando veo un punto de bordado busco esa naturaleza con la intención de entender el punto e iniciar una imagen mental de cómo podría construirlo.
Estoy convencida de que, así como cuando niña, será cuestión de práctica y de paciencia hablar este lenguaje.
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