Mis lágrimas empapan las palabras
que escribo,
una rebelión invisible que ningún
hombre puede ver.
Que la historia de nuestra vida se
convierta en arte.
Oh, madre, oh, hermanas,
escuchadme, escuchadme.
Lisa Lee
La luna ha exhalado casi toda la luz, está oculta en el cielo, menguando, es Luna Negra. Si hay un movimiento del cuerpo, de los ojos, de las manos, de los pies, del estómago, del ser, que natural e inmediatamente evoco es el del recogimiento, el de ir hacia adentro, ligada a la intimidad y profundidad de las sombras, de la tierra y de las aguas, y de todo aquello que a la luna le atañe, de lo yin. Y desde ese lugar también traigo al cuerpo aquellas habitaciones en las que las mujeres chinas escribían y bordaban sollozos sobre abanicos y pañuelos de seda en una escritura engendrada desde lo más profundo del yin: el nü shu.
El nü shu fue creado por mujeres de la provincia de Hunan, en la región de Jiangyong, al sur de China (Orozco 2019). Sin embargo, se mencionan distintos momentos sobre su origen, se dice que ocurrió en el siglo III, que fue durante la dinastía Qing, y una canción tradicional en nü shu cuenta que Hu Yuxiu –una campesina que había aprendido la escritura de los hombres y fue elegida como concubina por el emperador Song– la creó inclinando y feminizando la caligrafía tradicional china para poder expresar y compartir secretamente su dolor y soledad con otras mujeres (Lee 2007, 288-295). Nü shu significa literalmente “escritura de mujeres o escritura femenina”, algunos de sus caracteres derivan del chino tradicional, otros son inventados, y, en general, estos no representan palabras sino sonidos, por lo que tiene un carácter fonético, cuyo sentido termina de completarse por el contexto (Orozco 2019). Esta escritura se basa en «una estructura poética, de siete caracteres por renglón» (Tang 1999), de arriba hacia abajo y de derecha a izquierda, y aunque, normalmente, su práctica era escrita también era cantada.
El mundo exterior, y todas esas cosas que en el sucedían –entre ellas, la escritura, los libros y sus saberes–, pertenecía a los hombres en aquel entonces. El mundo interior, y todas esas cosas que en él sucedían como las labores domésticas, los hijos, el matrimonio– era el de las mujeres y cobraba vida en los áticos de las casas, habitaciones íntimas y exclusivas para ellas. Ahí transmitían, aprendían y practicaban «las labores de las mujeres» o «nülong» –coser, tejer, hilar y bordar– y el nü shu (Orozco 2019, 12).
En esas habitaciones, ocultas y relegadas, las mujeres chinas bordaban con delicados y laboriosos caracteres y dibujos los pequeños zapatos que cubrían bellamente ese dolor encarnado en los pies; en aquellos «pies de loto» que se conseguían ablandando y rompiendo los huesos para doblarlos hacia la planta por medio de un proceso de vendado que iniciaba en los años de la infancia, que evitaba su crecimiento y que prometía una vida digna a la mujer y el disfrute sexual al hombre. Belleza, dolor y placer bordados dulcemente en un zapato, pues ¿de qué otra forma más amorosa puede el ser sublimar su sufrimiento sino es por medio de su naturaleza creativa? Y así, bordaban también en la intimidad de los pañuelos sus penas, preocupaciones y deseos más profundos en esa escritura renegada, mientras sus corazones y bocas la recitaban en forma de poemas y canciones. Encarnaban y materializaban sus emociones, corazones de agua que, regidos por la luna, seguían sus ciclos de vida y muerte, la esencia del yin y el yang, y por ello los pañuelos eran quemados junto con el sonido de sus canciones como ajuar funerario.
Ese mundo interior de las mujeres chinas, que hacía lugar y cuerpo en aquellas habitaciones, en realidad está extendido. Ese lugar oscuro, recóndito, interno, vasto, evoca todavía el temor a ser sentido, expresado y atravesado, ¿es miedo, renuencia, ignorancia? ¿Miedo a morir un poco cada vez y al dolor que eso provoca? Para renacer es necesario, dice Tatsumi Hijikata que «no es suficiente haber nacido simplemente en el útero materno. Son necesarios muchos nacimientos. Renacer siempre y en cada lugar. Una y otra vez», como la luna que ahora es Nueva y comienza a crecer, a inhalar luz. Son los procesos naturales, nuestro proceso orgánico es creativo, y así como las mujeres chinas que crearon un sistema de escritura y con él escribían poemas y dibujaban sobre abanicos, bordaban zapatos y pañuelos, el cuerpo nos pide y nos deja hacer ese gesto de atravesamiento dialogando con distintos medios, y quizá sea ese un dibujo con una aguja sobre un pedazo de seda.
Zapatos para «Pies de loto» (China, s. XIX). Seda bordada. Dimensiones 8,5 cm. x 3 cm. x 8 cm. Imagen tomada de la web del Parque Museo Pedro del Río Zañartu. https://museo.prz.cl/piezas/zapatos-para-pies-de-loto/#3
Referencias
De la Peña, María Fernanda, Chánzú: la tradición del pie de loto. Web del Programa Universitario de Estudios sobre Asia y África, Universidad Nacional Autónoma de México. http://pueaa.unam.mx/multimedia/chanzu-la-tradicion-del-pie-de-loto
Lee, Lisa, 2007. El abanico de seda. Ediciones Altaya.
Orozco, Patricia, 2019. El nü shu como expresión lingüístico-cultural de las mujeres en china. Estado de la cuestión, categorización y análisis crítico. España: Universidad de Alicante.
Tang, Yue Qing, 1999. Nu-shu: A Hidden Language of Women in China. https://youtu.be/BhwWbolnRbk
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