Al final del proyecto de Camino a Tenango, libro donde narro la odisea personal que fue Tenango de Doria para mí, fui a dejar regalos y a agradecer todo el apoyo, cariño y enseñanzas. Iba sólo un día cuando entre charlas y mimos de las niñas cayó la noche.
-Ay señorita, a poco se va a perder la cena. Si ya matamos a una borreguita. ¡Quédese!-
Nunca me he podido negar a las invitaciones de la Señora Angélica.
Dispusieron una mesa grande donde se juntó a cenar gran parte de la comunidad “porque había visitas” y una de las niñas, en llanto incontenible, se negaba a probar bocado de la barbacoa hecha para el evento. Volteaba la cara al intentar la Señora Angélica acercarle comida a la boca gritando,
-¡Por qué mataron a Blanquita!-
Y es que también así es el bordado. Hay ofrendas difíciles de aceptar.
Qué valioso y poderoso poder reconocer esos sentimientos, que si no gratos, hizo que la niña alzara la voz y se hizo escuchar. 🍃